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La militancia de Ciudadanos rechaza en Castilla y León a la candidata de Rivera Silvia Clemente, expresidenta de las Cortes de Castilla y León, acompañada por el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, y Luis Fuentes, líder de la formación naranja en la región. NACHO GALLEGO (EFE)
Los partidos no son monolíticos, dentro de ellos y bajo un paraguas común, siempre hay margen para la convivencia de una pluralidad de sensibilidades. Esto es lo que parece no haber entendido la cúpula de Ciudadanos cuando quiso imponer a Silvia Clemente como cabeza de lista del partido en la comunidad de Castilla y León para las próximas elecciones del 26 de mayo. Silvia Clemente tiene una historia detrás, ha sido en esa región una de las figuras más destacadas del Partido Popular durante 20 años: procuradora de la formación en varias legislaturas, consejera de distintas áreas (medio ambiente, cultura y turismo, agricultura y ganadería) y presidenta de las Cortes durante estos últimos cuatro años. El fichaje, aunque legítimo, tenía un componente oportunista: el de aprovechar la corriente de apoyos que podía generar una política que conoce bien el terreno en el que se mueve. El problema con Clemente fue que durante la campaña de primarias se derivó a la vía penal una parte de un caso en el que se la investiga por haber favorecido con medio millón de euros a la empresa de su marido.
Ciudadanos ha pretendido desde sus inicios tener la lucha contra la corrupción como una de sus principales señas de identidad. Era previsible, por tanto, que una militancia sensible a esos valores no apoyara con sus votos a una candidata que llegaba con una mochila que despertaba suspicacias. Y que lo hiciera, además, para liderar a la formación en las próximas elecciones autonómicas.
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y quienes empujaron a Clemente a las primarias no supieron pulsar hasta qué punto su candidatura podía despertar reticencias. Lo que les ha estallado en las manos, sin embargo, ha sido la falta de limpieza del proceso. El equipo de Francisco Igea, el otro candidato, denunció algunas irregularidades, y la Comisión de Garantías del partido le ha dado la razón y el triunfo tras haber hecho las oportunas pesquisas: 82 votos fueron declarados nulos.
El lamentable fraude en las urnas, que tendrá que ser investigado con pulcritud, representa un serio baldón para la formación naranja: una vez admitidas las irregularidades en la selección de un candidato de primerísimo nivel es urgente aclarar quién y cómo se ha falseado el resultado. A favor de esa investigación cuenta el digno papel que ha desempeñado la Comisión de Garantías.
Lo que constituye la más grave torpeza, sin embargo, es la de haber seguido adelante, contra viento y marea, apostando por una candidata que no se ajustaba a los cánones de regeneración de los que el partido hace gala. La cúpula, arrastrada por el afán de ganar a toda costa, no ha logrado salir de la burbuja en la que se construyen las grandes directrices que están marcando su estrategia para crecer en las próximas elecciones. Y, por tanto, no ha sabido escuchar otras voces dentro de la propia formación, distanciándose así, abiertamente, de algunos de los valores que, en la teoría, ha defendido con más insistencia.
La resaca de esta deriva autocomplaciente puede darle todavía más dolores de cabeza a Rivera. Ya son varias las agrupaciones que han pedido revisar los resultados de sus propias primarias, por si hubiera habido también tongo. El escenario más peligroso para Ciudadanos es que la trifulca desdibuje las credenciales de renovación con que pretende conquistar el poder.
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