Aspecto de la exposición 'Camp: Notes on Fashion', en el Metropolitan Museum. JUSTIN LANE EFE
Aquellas anotaciones sobre una “sensibilidad claramente moderna” —una variante de la sofisticación aunque no idéntica a ese término— lanzaron a la brillante Susan Sontag a la fama. El ensayo Notas sobre lo camp salió publicado en la revista política e izquierdista The Partisan Review en 1964, y apenas siete años después la heterodoxa gran dama de la moda, Diana Vreeland, sacudió el polvo del departamento dedicado a la costura en el Museo Metropolitan de Nueva York. Ella empezó uno de los proyectos que se han convertido en marca de este centro: exposiciones en torno a la moda con memorables temáticas y montajes. Este año el legado de Sontag y el de Vreeland se juntan en la nueva muestra, Camp: Notes on Fashion, que se presentó ayer, horas antes de que se celebrase la gran Met Gala, velada fundamental en la recaudación de fondos, uno de los grandes acontecimientos de la temporada y cuya alfombra roja ha desbancado a la de los Oscar.
En las aceras de la Quinta Avenida una decena de adolescentes de Nashville guardaba sitio tras las vallas, instaladas desde primera hora, mientras una riada de periodistas, reporteros gráficos y diseñadores iban de avanzadilla y hacían el primer paseo del día para visitar la nueva exposición. En la segunda planta las paredes rosa caramelo anunciaban la llegada a la zona camp, donde la colección de pintura, fotografía, esculturas y artes decorativas del Metropolitan ofrece un rico contexto histórico y estético a los trajes y al propio discurso sobre el que se construye la muestra. La estilización deliberada, la dinámica de juego y el cruce entre el arte y la cultura popular de masas forman parte de la sensibilidad camp que tiene en la moda una de sus mejores vías de expresión, pero no la única.
ampliar foto Vestido de alta costura de Bertrand Guyon y Stephen Jones para Schiaparelli de la colección del otoño/invierno pasado. Johnny Dufort
Diseñada a partir de la gramática que identificó Sontag en su ensayo, la muestra arranca con el ideal de belleza masculino beau, plasmado, por ejemplo, en una escultura de 1630 atribuida a Pietro Tacca, pero también en una fotografía de Robert Mapplethorpe y en unas mallas diseñadas por Vivienne Westwood. La Francia del siglo XVIII ocupa la siguiente sala con un retrato de Luis XIV, grabados y cartas y una explicación sobre cómo fue Molière el primero en usar la palabra. De Francia el salto va a la Inglaterra de Óscar Wilde, con cartas originales y fotografías expuestas junto a diseños de Yves Saint Laurent en los noventa o de Alessandro Michele para Gucci (patrocinadora de la exposición) en 2019. “Camp es el dandismo moderno”, decía Sontag, “la respuesta al problema: cómo ser dandy en la era de la cultura de masas”. Ningún dandy más completo y brillante que Wilde.
El artificio y la exageración están en el corazón de la sensibilidad camp, un concepto elusivo, complicado de definir aunque no de ver, que se deleita en la teatralización, en el pastiche y la parodia, que huye de lo natural y ensalza hasta el paroxismo el adorno y la estética recargada. Una amplia sala va relacionando las palabras de Sontag —el manuscrito original con sus tachones y correcciones ocupa la primera vitrina— con objetos concretos: una lámpara decó con forma de flor, un retrato pintado por Salvador Dalí, el cuadro de Caravaggio Los músicos, un vestido de Balenciaga con plumas de avestruz teñidas de rosa, el traje con la lata Campbell de Warhol. Sontag conocía bien el Metropolitan, y como señaló ayer en la presentación el director del museo, Max Holbein, los ejemplos que usó en su ensayo partían en muchos casos de lo visto en sus salas: “Cuando nos propusieron esta exposición no veíamos este museo como camp. Ahora lo encontramos en todas partes”.
De Moschino a Garland
Si Charles Isherwood habló de la diferencia entre alto y bajo camp, Sontag prefirió referirse al camp naíf frente al deliberado, y la exposición trata de materializar este enfrentamiento con trajes y zapatos y sus reinterpretaciones. De la sandalia con tacón arcoiris de Ferragamo a las deportivas de Gucci, de un traje de tul y encaje de Balenciaga a uno del mismo color con plumas y mariposas diseñado por Moschino. La última sala propone una cacofonía de voces y un deslumbrante espacio multicolor. Se escucha lo que otros autores han escrito sobre el universo camp (Mark Booth, Karl Keller o Fabio Cleto) y la canción Somewhere Over The Rainbow de Judy Garland y delirantes trajes y accesorios que van dando forma a las palabras.
“Lo camp resurge cuando la sociedad está polarizada, porque aunque está plenamente integrado en la corriente general, nunca ha perdido su poder para subvertir el statu quo”, señalaba el director del departamento del traje Andrew Bolton. También habló el diseñador estrella Alessandro Michele de Gucci. Para él es todo “cuestión de libertad”. Escribía Sontag que en el mundo camp todo va entrecomillado. También que este gusto “es por su propia naturaleza solo posible en sociedades o círculos capaces de experimentar la psicopatología de la abundancia”. Excelente consejo para quien se acerque al Met.