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Se espera que el Parlamento apruebe las enmiendas constitucionales, que deberán ser luego sometidas a referéndum popular Hafter y Al Sisi en el palacio presidencial de El Cairo. REUTERS
El Parlamento egipcio celebra este martes una sesión plenaria para debatir y votar diversas enmiendas constitucionales presentadas en febrero por un grupo de diputados afín al presidente Abdelfatá Al Sisi. La principal y más controvertida permitirá al mandatario, que ha impuesto una férrea dictadura militar tras ejecutar un golpe de Estado en 2013, permanecer en el poder hasta 2030. De acuerdo con la Constitución vigente, Al Sisi debería abandonar la presidencia del país en 2022, al finalizar su segundo mandato. Una vez aprobada por la Asamblea Popular, dominada de forma abrumadora por los partidarios del presidente, la reforma deberá ser sometida a referéndum en el plazo de un mes.
La propuesta sobre el nuevo artículo 140 mantiene el límite actual de dos mandatos presidenciales consecutivos, pero amplia la duración de cada mandato de cuatro a seis años. Ahora bien, las enmiendas recogen una excepción hecha a la medida del actual presidente. En un ejercicio de contorsionismo legal, una cláusula alarga el actual mandato de Al Sisi a seis años, por lo que terminaría en 2024, y le permite presentarse a un tercer mandato. En la primera versión presentada al Parlamento, Al Sisi, de 64 años, habría podido gobernar hasta 2034, pues se le permitía ser reelegido dos veces más. Sin embargo, el texto fue modificado en la Comisión de Asuntos Legales.
Entre la otra decena de enmiendas, destaca la concesión de mayores poderes a la presidencia en el nombramiento de los miembros de la judicatura, eliminando cualquier atisbo de independencia judicial, y la atribución al Ejército del deber de proteger “la Constitución, la democracia, la composición fundamental del país y su naturaleza cívica”. Además, incluyen la reinstauración de una segunda cámara legislativa, el Senado, que fue abolida por la presente Constitución, y la creación de cuotas para garantizar una mejor representación de las mujeres y de la minoría cristiana copta. Según varios analistas, todos estos cambios tienen como principal objetivo distraer la atención de la ciudadanía respecto al verdadero objetivo de la reforma: otorgar una cobertura legal a la perpetuación de Al Sisi en el poder.
Al Sisi fue reelegido el año pasado con casi un 98% de los votos en unos comicios ampliamente considerados como una auténtica farsa. El régimen impidió de una forma u otra -a través de la encarcelación, el arresto domiciliario o una extraña sentencia de inhabilitación- la candidatura de cualquier adversario. Sin embargo, a última hora, optó por presentar un candidato de paja, Musa Mustafá Musa, dirigente de un partido oficialista minúsculo y que tan solo unas semanas antes había expresado su apoyo a la reelección del mariscal en su página de Facebook.
La diezmada oposición, que apenas cuenta con una quincena de representantes en el Parlamento y cuyos principales líderes languidecen en prisión, ha rechazado de forma categórica la reforma al considerarla una violación del espíritu de la Constitución. “El artículo 226 de la actual Constitución dice de forma explícita que las provisiones relativas a la reelección del presidente no pueden enmendarse si no es para aportar nuevas garantías. Y difícilmente se puede considerar que lo sea la extensión del mandato de un presidente en un contexto de serio deterioro de derechos y libertades”, apunta a través de un correo electrónico May al-Sadany, experta legal del think tank TIMEP.
En línea con un régimen que castiga cualquier tipo de disidencia -algunos cálculos apuntan a la existencia de más de 40.000 presos políticos desde 2013-, las autoridades han actuado de forma decidida para evitar que la reforma constitucional sirva de acicate a un movimiento popular de oposición. En febrero, arrestaron a una decena de miembros de partidos opositores que participaron en actos de contestación a la reforma constitucional, y han bloqueado recientemente las páginas web utilizadas por una plataforma que recogía firmas contra la iniciativa.
Por su parte, los seguidores del presidente justifican las medidas en la necesidad de otorgar más tiempo a Al Sisi para ejecutar su programa político y de preservar la estabilidad del país. La semana pasada, el mariscal recibió el apoyo de Donald Trump, que le describió como "un gran presidente" tras una reunión en la Casa Blanca. Incluso antes de la aprobación de la reforma, ya han aparecido carteles en las calles de El Cairo pidiendo a la población el sí para un referéndum que todavía no se ha convocado. En el Egipto de Al Sisi, todo está atado y bien atado.