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312 diputados de la Cámara, frente a 308, aprobaron una enmienda que rechaza la salida de la UE a las bravas
Theresa May en el Parlamento este miércoles. En vídeo, el Parlamento británico rechaza un Brexit sin acuerdo. Foto: Reuters | Vídeo: ATLAS
El Parlamento británico ha respaldado este miércoles por apenas cuatro votos, 312 diputados frente a 308, una enmienda que descarta un Brexit sin acuerdo en cualquier fecha y circunstancia. Al aprobar por sorpresa este texto, la Cámara ha ido más allá de la moción que había presentado el Gobierno a regañadientes, que descartaba la posibilidad de una salida de la UE a las bravas, pero no por completo. La propuesta de May fue votada luego: recibió 321 votos a favor y 278 en contra. La Cámara de los Comunes se pronunciará este jueves sobre si el Gobierno pide o no a Bruselas una prórroga en la fecha de salida, fijada hoy oficialmente en el 29 de marzo.
Meses después de repetir el mismo mantra, “o mi acuerdo, o ningún acuerdo”, la primera ministra tiró la toalla, dio libertad de voto a los diputados conservadores y anunció su voto particular, en contra de una salida del Reino Unido de la UE a las bravas. La voz de May, víctima de una severa afonía, aguantó a duras penas la sesión de control de los miércoles, previa al debate sobre el Brexit. Fue entonces cuando dejó claro el sentido de su voto. “Puedo haber perdido mi voz, pero sigo entendiendo la voz del país”, susurraba ante los ataques del líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn. “La primera ministra parece no darse cuenta. Su acuerdo ha sido rechazado en dos ocasiones por esta Cámara, con mayorías sin precedente. El plan que presenta el laborismo es el único con credibilidad, y preparado ya para comenzar a negociarlo”, decía Corbyn, quien sigue resistiéndose a poner claramente sobre la mesa la opción de un segundo referéndum y prefiere defende un fomato suave de Brexit que mantenga a Reino Unido dentro de la unión aduanera.
Cuando comenzó el debate sobre la moción de rechazo a una salida de la UE sin acuerdo, May se quedó sin voz. En su lugar intervino Michael Govie, el ministro de Medio Ambiente. Debió resultar duro para la primera ministra ver cómo le sustituía en la batalla su principal rival durante los años en que ambos fueron ministros bajo el mandato de David Cameron. Tantos elogios hacia May sonaba casi a oración fúnebre. Brillante en su oratoria, pero con una tendencia innecesaria a mostrar superioridad intelectual sobre sus adversarios que se vuelve en su contra, Gove defendió votar a favor de la moción del Gobierno y advirtió de los “enormes restos políticos, económicos y constitucionales a los que se enfrentaría Reino Unido con un Brexit sin acuerdo”.
Más allá de su retórica, lo más relevante de las palabras de Gove fue la indicación de que el Gobierno estaría dispuesto a aceptar en el debate de este miércoles “mociones indicativas” de los diputados en torno al Brexit. En un sistema en el que el Ejecutivo tiene el control absoluto de la dinámica parlamentaria, aceptar la toma en consideración de soluciones alternativas al actual embrollo —por ejemplo, un Brexit más suave, “a la noruega”— era un modo de reconocer que había llegado la hora de meter en el cajón el plan de May y buscar un nuevo consenso político.
Algo así había sugerido horas antes en sede parlamentaria el ministro de Economía, Philip Hammond. Durante la presentación del “informe de primavera” (las previsiones trimestrales de su departamento), Hammond pintó un futuro de rosas y prometió un aumento del gasto público, siempre que el Reino Unido fuera capaz de abandonar la UE de manera acordada. “Mañana [por este jueves] tendremos la oportunidad de trazar un nuevo mapa que nos lleve hacia adelante y seamos capaces de construir un consenso en torno a un acuerdo, que cuente con un apoyo mayoritario, para abandonar la UE de un modo ordenado”, dijo.
El Parlamento británico votó otra enmienda añadida a la moción principal, el “compromiso de Malthouse”, llamado así por el ministro de Vivienda, Kim Malthouse, quien acogió en su casa las reuniones de un grupo de diputados conservadores euroescépticos y proeuropeos que plasmaron por escrito una solución voluntarista y poco real, pero capaz de calmar las conciencias y unificar voluntades en el partido del Gobierno. Proponen retrasar la fecha de salida de la UE, negociar bilateralmente con los diferentes países comunitarios e imponer, finalmente, un Brexit sin acuerdo. Todo lo que Bruselas ya había descartado repetidamente durante los dos años de negociaciones. El texto fue derrotado, con el rechazo de 374 diputados y el apoyo de 164. Pero Theresa May se vio obligada, en contra de su voluntad de ordenar el voto en contra de todas las enmiendas, de relajar aquí también la disciplina y dar libertad de conciencia a su grupo parlamentario. Se encaminaba a una nueva humillación, innecesaria a estas alturas. La enmienda
La Cámara de los Comunes protagonizará este jueves otra votación “histórica”, pero no será la última. Con alta probabilidad, los diputados respaldarán el mandato al Gobierno para que solicite a Bruselas una prórroga en la fecha de salida. Nadie tiene claro, ni siquiera el Gobierno, para qué y por cuánto tiempo. Y esa respuesta, ha dicho la UE, es condición sine qua non para empezar a considerar ese tiempo extra.