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"Estoy jodido, este es el final de mi presidencia", dijo el mandatario tras el nombramiento de un fiscal especial, según el documento de Robert S. Mueller, hecho público este jueves
El fiscal general, William Barr, en primer plano, junto al número dos del Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, este jueves en rueda de prensa. En vídeo, declaraciones de Barr. BRENDAN SMIALOWSKI (afp) | reuters
El esperado informe sobre la trama rusa a cargo del fiscal especial Robert S. Mueller se ha hecho público la mañana de este jueves y, pese a contener muchos pasajes censurados por motivos de seguridad, de interferencia en otras investigaciones y privacidad de terceras personas, permite asomarse a los entresijos de una investigación histórica. El documento concluye que no hay pruebas sobre una conspiración entre Donald Trump y el Kremlin para las elecciones presidenciales de 2016, pero sí recoge cómo el presidente trató de boicotear la investigación, pidiendo incluso el despido de Mueller, y describe los delicados contactos entre su entorno. En total, se recogen 11 episodios de posible obstrucción a la justicia, aunque los investigadores no llegan a una conclusión al respecto. También menciona algún momento de desesperación del mandatario, cuando en mayo de 2017, el caso acaba en manos del fiscal especial: "Estoy jodido, este es el final de mi presidencia", afirma.
"Como el fiscal especial deja claro, el Gobierno ruso trató de interferir en nuestras elecciones. Pero gracias a la exhaustiva investigación del fiscal especial, ahora sabemos que los operativos rusos que perpetraron estas campañas no contaron con la cooperación del presidente Trump o de su equipo, ni se sabe de la ayuda de otros ciudadanos estadounidenses en dichos asuntos", afirmó el fiscal general, William Barr, en rueda de prensa. Barr compareció a las 09.30 hora local (15.30 horas en la España peninsular), cuando ni la prensa, ni el público ni los legisladores habían podido echar un vistazo al informe en cuestión, que se entregaría a las 11.00.
El documento, de 400 páginas fruto de 22 meses de pesquisas, salió a la luz en un Jueves Santo con el Congreso en pleno receso, pero alteró todas las agendas. Ningún informe había sacudido Washington de este modo en 20 años, cuando el fiscal Kenneth Starr presentó 11 cargos para destituir a Bill Clinton, entre ellos, mentir sobre su relación sexual con la joven Monica Lewinsky. Algunos aspectos de la jornada de este 2019 parecían sacados de 1998, como el hecho de que el informe de Mueller se entregase en un CD en el Congreso para luego compartirse con el público general.
No hay cargos contra el mandatario esta vez, eso quedó claro cuando Mueller entregó su informe al Departamento de Justicia el pasado 22 de marzo y el fiscal general explicó las principales conclusiones en una carta dos días después.
Trump tampoco esperó a la publicación del informe para cantar victoria en su peculiar estilo, publicando una imagen suya, de aire épico, caminando de espaldas entre la niebla y con el siguiente mensaje, en tipografía de la serie Juego de Tronos: No colusión. No obstrucción. Para los enemigos y demócratas de la izquierda radical GAME OVER”.
El informe no cuestiona en ningún caso la injerencia de Moscú en las presidenciales de 2016. En enero de 2017, cuando Trump no había aún siquiera jurado su cargo, los servicios de inteligencia estadounidenses y el FBI señalaron públicamente a Vladímir Putin como responsable de una campaña de interferencia en los comicios con el objetivo de favorecer la victoria del magnate neoyorquino. La injerencia se sirvió sobre todo de propaganda y ciberataques, que incluyeron el robo de correos del Partido Demócrata, destinados a denigrar la candidatura de Hillary Clinton. La trama rusa de convirtió en una investigación sobre el presidente y su posible conchabanza con el Kremlin poco después, cuando comenzaron a salir a la luz reuniones y contactos poco ortodoxos entre miembros del entorno del magnate, incluidos personas que iban a formar parte de la Administración, y funcionarios rusos.
Tanto los investigadores federales como el Congreso comenzaron entonces a indagar esos lazos. Es entonces cuando Trump comenzó a denunciar lo que consideraba “una caza de brujas”, llegando a cuestionar incluso la credibilidad de sus servicios de inteligencia y el Departamento de Justicia. Cuando en mayo de aquel año Trump destituye al jefe del FBI, James Comey, el caso acaba en manos de un fiscal especial, Robert S. Mueller, respetado por republicanos y demócratas.