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Christine Lagarde advierte que el crecimiento global es vulnerable y la ralentización es más pronunciada de lo que se anticipaba La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde ERIC PIERMONT AFP
La economía global pierde ímpetu. Es algo que se reflejará en las previsiones que publicará la próxima semana el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esta moderación, como ya advirtió la Reserva Federal estadounidense al poner en modo pausa el alza de tipos, es más pronunciada de lo que se anticipaba y crea nerviosismo. Christine Lagarde, directora del FMI, deja claro, en todo caso, que no anticipa una recesión global a corto plazo aunque advierte de que el crecimiento es “vulnerable”.
“El tiempo es más inestable”, indica, pese a que espera “algún tipo de repunte en el crecimiento" en la segunda mitad de 2019 y comienzos de 2020. El rebote del que habla la exministra francesa es en cualquier caso “precario”, porque los riesgos empujan claramente a la baja. Lagarde hizo estos comentarios en el discurso previo a la reunión que el FMI celebra la próxima semana en Washington.
El Fondo proyectó en enero un crecimiento alrededor del 3,5% para este año y el que viene. Es más bajo de lo que se vio en ejercicios anteriores pero sigue siendo “razonable”. Pero si hace solo dos años el 75% de las economías se aceleraban, para este año se prevé que el 70% se frene. "Es una desaceleración sincronizada", precisó. Por eso aplaude que el proceso de normalización de la política monetaria sea más paciente.
Entre los puntos de riesgo cita expresamente la incertidumbre que genera la salida del Reino Unido de la Unión Europea ante la falta de acuerdo para el Brexit. Pero también hay otros factores más extensos como el alto nivel de endeudamiento en algunos sectores económicos y países, las tensiones derivadas de la política comercial y la intranquilidad de los mercados financieros. “La economía global se encuentra un momento delicado”, opina.
Lagarde aboga por la integración comercial como un motor del crecimiento económico, de la inversión, el empleo y de la productividad. “Por el contrario, las barreras comerciales claramente perjudican”, ha insistido en su intervención ante la Cámara de Comercio de Estados Unidos al debatir sobre cómo fomentar el crecimiento en un panorama económico cambiante.
Daño evitable
La batalla arancelaria es una herida “autoinfligida” que, en sus palabras, debe evitarse para no hacer más daño a una inversión ya débil. “Nadie gana una guerra comercial”, reitera. En este sentido, señaló que si se aplicara un incremento del 25% en los aranceles a todos los bienes que comercian Estados Unidos y China, “esto reduciría su producto interior bruto anual en un 0,6% y un 1,5% respectivamente”.
El reto inmediato pasa en esta coyuntura por tratar de evitar cualquier traspié adoptando políticas que contribuyen a alimentar aún más la incertidumbre. “Pero también hay que estar seguros de que se dan los pasos adecuados”, apunta Lagarde. Eso, explica, significa que se deben adoptar políticas “equilibradas” que refuercen las economías al tiempo que garanticen que sean más inclusivas.
Lagarde habla así mismo de modernizar el sistema de tributación internacional de las empresas, para evitar que las corporaciones desvíen sus beneficios a países con impuestos más bajos. “Está desfasado”, insiste. El FMI señala que los países que no forman parte de la OCDE pierden 200.000 millones de dólares anuales en ingresos que podían destinar a invertir en capital humano y en infraestructuras.
La directora gerente del FMI también hace referencia al reto de la economía digital y, en concreto, las grandes tecnológicas dominantes. “No digo que tengamos un problema de monopolio”, apunta, “pero se deberían adoptar las medidas apropiadas para que no lo sea”. En este sentido plantea una reforma de los marcos de competencia para romper con la dinámica de “el ganador se lleva la mayor parte”.
S.P.
La lucha contra la corrupción es otro de los caballos de batalla del Fondo Monetario Internacional por su elevado coste fiscal, la pérdida masiva de ingresos públicos que provoca y la baja calidad del gasto en áreas vitales como las infraestructuras. “Reduce el crecimiento, eleva la desigualdad y alimenta la desconfianza”, lamenta Christine Largarde, “la corrupción es una plaga internacional que para luchar de manera efectiva requiere de la cooperación internacional”.
El FMI calcula que el coste anual de los sobornos asciende a 1,5 billones de dólares anuales, lo que equivale por si solo al 2% de la economía mundial. El lavado de dinero y actividades como la financiación del terrorismo dan aún más dimensión a la gravedad del problema. Lagarde considera, en cualquier caso, que una repuesta de política económica adecuada “puede tener un impacto significativo” al combatir y frenar la corrupción.