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Las actas de la reunión de marzo revelan que el organismo se planteó aplazar aún más la próxima alza en el precio del dinero
La preocupación por el clima económico se extiende. Después de que el FMI avisara el martes de las vulnerabilidades del crecimiento, el BCE alerta de que la situación empeora a marchas forzadas. El jueves se hicieron públicas las actas de la reunión del 7 de marzo, en la que el organismo se mostró convencido de que las cosas van peor de lo esperado. “Es probable que el crecimiento esté por debajo del potencial varios trimestres”, asegura el documento. La discusión revela también que el eurobanco se planteó aplazar aún más la próxima subida de tipos de interés.
Mario Draghi, presidente del BCE, el pasado 27 de marzo en una conferencia en Fráncfort (Alemania). Kai Pfaffenbach REUTERS
Tras cada Consejo de Gobierno del BCE hay que esperar unas semanas para conocer con mayor precisión las tripas de las reuniones en las que se decide la política monetaria de la eurozona. El jueves fue el turno del decisivo encuentro del 7 de marzo, aquel en el que Draghi deshizo el espejismo y descartó cualquier subida de tipos hasta, al menos, finales de 2019.
El documento conocido ahora muestra que la discusión en torno a la pronunciada desaceleración que vive la economía europea fue intensa. “La debilidad en el crecimiento está durando más de lo que se había esperado, con el resultado de que ahora lo más probable es que el crecimiento esté por debajo de su potencial durante varios trimestres”, aseguran las actas.
Al igual que ha hecho el FMI esta semana, el BCE tampoco vislumbra por ahora una recesión. “Ni la zona euro ni la economía global están ahora en recesión. Y la probabilidad de ello sigue siendo relativamente baja”, añaden.
No todos apoyaron la idea de aplazar cualquier atisbo de subidas de tipos hasta finales de año. Draghi ya anunció en la rueda de prensa posterior a la reunión que algunos miembros del directorio preferían posponer aún más el calendario, señalando como fecha indicativa marzo de 2020. En el Consejo de Gobierno se discutió también aplazar aún más la fecha. “Se expresó cierta precaución en torno la idea de comprometerse con un horizonte más amplio, que fuera hasta bien entrado el próximo año, en una situación de alta incertidumbre en la que los datos que van llegando podrían evolucionar de muy distintas formas”, dicen las actas.
Al final, el organismo optó por aceptar la propuesta de su economista jefe, Peter Praet, de mencionar “finales de 2019” como la fecha a partir de la cual podrían subir los tipos de interés —y no posponerlo más aún—. Se aferraba para ello al argumento de esa alta incertidumbre.
“El Consejo de Gobierno debería evitar la impresión de que su política va a estar ya predeterminada hasta finales del próximo año”, añaden las actas. Este argumento tiene aún más sentido si se tiene en cuenta que a Draghi le queda poco más de medio año en el cargo, que abandonará el próximo 31 de octubre.
El mercado mira a 2021
Pese a que la fecha por la que optaron los 25 miembros del Consejo de Gobierno fuera fines de este 2019, el mercado apuesta por 2021 como la fecha más probable para la primera subida de tipos desde 2011. Los últimos datos de inflación, que en marzo cayó en la eurozona al 1,4%, y los malos resultados industriales de Alemania alimentan la idea de que este calendario sigue alejándose progresivamente.
“Aplazar la subida a marzo de 2020 en lugar de diciembre de 20109 aportaría una política más acomodaticia y estaría más en línea de lo que anticipan los mercados”, justificaron algunos de los participantes a la reunión del 7 de marzo. Pese a estos argumentos, el organismo optó por la opción más conservadora de mover tan solo unos pocos meses el calendario previsto.
El BCE ya ha dejado claro que se toma muy en serio la preocupación de los bancos por el daño que les está haciendo el entorno de tipos superreducidos, que incluso están en niveles negativos del 0,4% para los fondos que las entidades dejan aparcadas en el eurobanco. “Se expresó la preocupación de que a lo largo del tiempo los efectos de unos tipos persistentemente bajos podrían deprimir los márgenes de los bancos y su rentabilidad, con efectos negativos en la intermediación de los bancos y la estabilidad financiera a largo plazo”, según las actas del BCE.