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A los azulgrana les alcanzó con su versión efectiva y contundente, muy pragmática, para llegar a su sexta final consecutiva de Copa
Luis Suárez, con Carvajal sobre el césped, tras marcar Varane en propia puerta el segundo gol del partido. En vídeo, declaraciones de Solari y Valverde en rueda de prensa tras la eliminatoria. FOTO: ÁLVARO GARCÍA | VÍDEO: REUTERS
El clásico ha degenerado en un partido menor, a veces incluso vulgar, falto de juego, sin más rivalidad que la sostenida por los aficionados y los medios de comunicación de Madrid y Barcelona. El fútbol parece suspendido a la espera de que despierte Messi, acierte Vinicius o desequilibre Dembélé. Un paisaje fácil de gestionar para el Barça, que tiene más oficio que el desenfocado Madrid. A Vinicius le falta puntería para acabar las jugadas, reflejo de un equipo que está por hacer, a medio camino de no se sabe dónde, mientras el argentino regula sus esfuerzos, selectivo en sus apariciones, sabedor de que el Barça es un equipo de momentos desde que llegó Valverde.
Hay momentos para resistir, como se advirtió en la primera parte, convertido el Barcelona en un colectivo sin más preocupación que la de vigilar al Madrid. Los muchachos de Solari fueron más rápidos y más fuertes que los de Valverde. Los duelos directos caían siempre del bando del Madrid, igualmente superior en las transiciones, más ambicioso y desacertado que el Barça. A los azulgrana les faltaba grandeza, incapaces de responder al cartel de favoritos por la nómina de jugadores que capitanea Messi. Jugador por jugador, el Barça tiene más plantel que el inflado Madrid.
El momento invitaba a los barcelonistas a resguardarse en el arco de Ter Stegen. Y han jugado ya tantas veces así, llevan tantos partidos en la sala de espera, aguardando y soportando, encomendados a su portero, que habitualmente les sale bien, incluso en Chamartín. Ya no vive el Barcelona necesariamente del pase, ni de la circulación rápida del balón, tampoco de la finura, sino que marca las diferencias en las áreas, a partir del guardameta y de los desmarques profundos de Dembélé. En cada encuentro llega el momento Dembélé, que no necesita del equipo para desbordar, indetectable para la defensa del Madrid.
Dembélé atacó al espacio en dos ocasiones y ambos centros fueron rematados por Luis Suárez, superior a Varane, que colaboró en el 0-2. El 0-1 desmoralizó al Madrid y el tercer gol fue una cuestión personal del 9. No necesitó el Barça ni siquiera del momento Messi para liquidar al Madrid. A los azulgrana les alcanzó con su versión efectiva y contundente, muy pragmática, para llegar a su sexta final consecutiva de Copa. “Aquí no tiramos nada”, advirtió Messi.
Hubo un momento en que pareció que el torneo no interesaba a nadie en el Barça, obsesionado con la Champions. Todavía se recuerda la alineación de Chumi y la derrota de Nervión. El técnico y la plantilla trampeando la cosa hasta el 6-1 con el Sevilla. Y a partir de entonces se comprometieron a ir a por la Copa porque en medio se cruzó el Madrid. Nada mejor para celebrar el centenario de Valverde que un triunfo rotundo en el Bernabéu. Aunque el partido resultó igualado, la victoria fue tan fácil y rutinaria —ha salido vencedor varias veces y de muchas maneras—— que dio la sensación de que el Barça ganaba ayer sin querer a un afeitado Madrid. El clásico continuará el sábado con el partido de la LaLiga. Un momento diferente, quizá con jugadores también diferentes, igual ya con Messi.
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