En territorio Messi se consagró Dembélé, incontenible para un Madrid que hasta su explosión había tenido más cuajo. No le alcanzó porque el francés se convirtió en el arma nuclear de un Barça mustio hasta que el chico metió el turbo. Donde al Madrid no le llegó con el empeño y virtuosismo de Vinicius, chato ante el gol, al equipo catalán acabó por sobrarle con Dembélé. Y, una vez más, con el sostén de Ter Stegen, tan crucial en su área como su compañero en la de Keylor Navas. Uno y otro, atacante y guardameta, lanzaron al Barça a la final del Villamarín del próximo 25 de mayo. Para el Madrid, el primer sopapo del curso y con la amenaza de descarrilar del todo en LaLiga si el sábado recibe otra cornada con los culés.
Dembélé y Ter Stegen desmintieron por completo al primer Barça que se vio por Chamartín. Con su puesta en escena nada hacía presagiar semejante desenlace. Por el Bernabéu compareció un Barça inicial con síntomas de asfixia desde el calentamiento. Sin pulso, con gestos de agotamiento elocuentes desde la madrugada del partido de Luis Suárez, de Messi. Un Barça gripado, pasito a pasito, sosaina. Como si cada acción le resultara un engorro. Un equipo cuarteado, achantado con la pelota, un suplicio a los pies de cada visitante, como si fuera un artefacto. Nada que ver con el Madrid, por entonces con otro chasis, más afanoso, más bucanero. Un Madrid con mordida en cada asalto. Frente al macilento equipo inicial de Valverde, su oponente negó al Barça.
Real Madrid: Navas; Carvajal, Varane, Ramos, Reguilón; Modric, Casemiro (Valverde, m. 75), Kroos; Lucas Vázquez (Bale, m. 68), Benzema, Vinicius (Asensio, m. 81). No utilizados: Courtois, Nacho, Ceballos, Marcelo.
Barcelona: Ter Stegen; Semedo, Piqué, Lenglet, Alba; Sergi Roberto, Busquets, Rakitic; Messi, Luis Suárez (Vidal, m. 78), Dembélé (Coutinho, m. 75). No utilizados: Cillessen, Aleñá, Arthur, Malcom, Umtiti.
Goles: 0-1. M. 50. L. Suárez. 0-2. M. 69. Varane en Propia puerta. 0-3. M. 73. L. Suárez, de penalti.
Árbitro: Sánchez Martínez. Amonestó a Lucas, Busquets, Casemiro y Semedo. VAR: De Burgos Bengoetxea.
Santiago Bernabéu, 81.000 espectadores.
Andaban los azulgrana, hipnotizados a sí mismos con su parsimonia, y volaba el Real a cada quite. Y siempre con Vinicius como lanzadera. Un Vinicius tan intrépido como con poco romance con el gol. De momento, es su cruz. Tiene descaro, enfila como un rayo, pero la portería le resulta borrosa. Y ya no está Cristiano como socorro goleador. No se puede pasar de CR a Vinicius por arte de magia.
Sin otro recurso atacante, el Madrid gravitó sobre Vinicius, ya desde que al cuarto de hora Semedo le derribara en el área con un toque por detrás. No reparó el árbitro, pero no se rajó el brasileño. Como el área aún le resulta hostil, se le fue alto un disparo, no encontró remedio a un palmo del gol con Jordi Alba y Ter Stegen de escudos barcelonistas. También se le escapó un control que le dejaba frente al portero alemán y no atinó con pase de Reguilón que le citaba con el primer descorche de la noche. En el Barça todo era ulceroso. Espeso Messi, sin chicha Suárez y todavía impreciso Dembélé. El único auxilio era Ter Stegen, decisivo en un duelo esgrimista con Benzema, al que en esta jornada no le sirvió su sociedad con Vinicius.
Tras el descanso nadie alteró el ecosistema y los entrenadores ni se inmutaron. De entrada, los mismos protagonistas y el mismo observatorio. Mal asunto para el Barça. No para Dembélé, en otra onda. Él fue el sonajero del cuadro de Ernesto Valverde. Más fresco que cualquier camarada, el chico se saltó el guión. El francés metió la directa y sacó la cadena al Madrid. Del resto se encargó Ter Stegen hasta la tormenta final.
Otra marcha
El despegue barcelonista partió de Dembélé, de su apuesta por jugar al solitario. Él dio marcha al Barça, voló por el costado izquierdo e hiló con Suárez, certero en el remate para el 0-1. Tampoco esta vez notó Vinicius la sacudida, y a sus hombros el Madrid exigió de lo lindo a Ter Stegen, autor de paradas sobresalientes ante un cabezazo de Reguilón —asistido por Vinicius— y otro remate del brasileño. Vinicius contra Ter Stegen; Dembélé contra el Real Madrid. Y con horizontes por el medio, con su adversario cada vez más descamisado.
Con el duelo aún caliente, Solari rescató a Bale en detrimento de Lucas. El galés, recibido con indiferencia, no tuvo tiempo de ajustarse los cordones cuando Dembélé, cómo no, abrió gas de nuevo. Esta vez por la derecha, muy al límite del fuera de juego. Otra vez echó un ojo a Suárez. Ante la alerta, Varane quiso interferir el golpeo del charrúa a un milímetro del gol y metió la puntera en dirección a Keylor Navas (0-2). De repente, el esplendor de Dembélé había finiquitado la contienda.
Máxime con la puntilla de Suárez, tumbado por Casemiro cuando esprintaba hacia la meta local. Cortesía de su inseparable colega Messi, el uruguayo se dio el gustazo de lanzar el penalti con un susurro a la pelota, que llegó a la red como si le cantaran una nana. Tres azotes mayúsculos para un Madrid que había parecido más saludable, con más gancho y remangue. Hasta que Dembélé y Ter Stegen, esta vez espinazo azulgrana, pusieron al Barça en órbita y le mandaron al garete.
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