Es una comedia, con toques románticos y otros algo venenosos, sobre una mujer que pasó los 60 y se enamora loca y perdidamente de un nuevo compañero de trabajo mucho más joven que ella.
Y de no ser porque la dos veces ganadora del Oscar Sally Field (por la dirigente sindical que compuso en Norma Rae y la campesina de En un lugar del corazón, ambas hace más de 30 años) le pone todo su encanto para generar y ganarse la simpatía del espectador, Mi nombre es Doris hubiera, probablemente, naufragado.
Doris es una tímida que asistió a su madre durante prácticamente toda su vida, y que cuando ésta fallece su hermano y su cuñada la conminan a abandonar su casa en Staten Island (es una acumuladora compulsiva: “A veces la gente tira cosas muy bonitas” es su defensa), solamente para aprovechar el dinero.
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Doris es más buena que Lassie, pero le cuesta relacionarse. Hasta que con un par de amigas asiste a un curso de un gurú motivacional (Peter Gallagher, de sexo, mentiras y video) y el tipo parece cambiarla.
“Cambia el imposible por I’m posible (imposible por Yo soy posible)”, le dice. Y Doris repite como un loro, hasta convencerse y arriesgarse a entablar una conversación (o lo más parecido a ello) con John (Max Greenfield), el nuevo empleado.
Doris viste extravagante, por decirlo de una manera elegante, fantasea que John le hace o dice cosas, y logra que la nieta de una amiga (Tyne Daly, la actriz de la serie Cagney & Lacey es su amiga) le crea un falso perfil en Facebook (o Fakebook), y así descubre los gustos de su amado en secreto.
Así que va a un concierto de música electrónica de Baby Goya (el músico Jack Antonoff), del que John es fan y poco a poco empieza a entablar una relación. Que para John es de amistad, pero para ella, no.
Todo se desmadra cuando la mujer de los pañuelos coloridos en la cabeza y los lentes como de gato descubre que John sale con una joven (Beth Behrs), y allí Doris meterá la pata, o los dedos escribiendo algo en el muro de John, con consecuencias no del todo inesperadas.
El director Michael Showalter, que luego realizaría Un amor inseparable, adaptó el corto de su coguionista Laura Terruso Doris & The Intern, y se nota que el asunto se ha alargado un poco. Algunos gags son más viejos que los dinosaurios (“me bombeaste estupendamente”, le dice Doris cuando él infla una pelota que utiliza como silla, y así).
Ah, pero eso sí, la película tiene uno de los mejores finales que se puedan imaginar. Hay que esperarlo.
"Mi nombre es Doris"
Buena
Comedia romántica. EE.UU., 2015. 90’, SAM 13. De: Michael Showalter. Con: Sally Field, Max Greenfield. Disponible en: Netflix.