Cohen abandona el comité de Inteligencia del Senado tras declarar, el 26 de febrero. En vídeo, su declaración este miércoles. MANUEL BALCE CENETA (AP) / VÍDEO: REUTERS-QUALITY
La ciudad de Washington ha tomado la jornada como se toma este tipo de acontecimientos, con bares abriendo antes de tiempo para seguir la comparecencia y cócteles especiales con el nombre “soplón”, es decir, Washington se lo ha tomado con una mezcla de interés y sarcasmo. El exabogado personal del presidente de Estados Unidos lleva varias horas en el Capitolio acusando al mandatario de pagos a actrices de cine porno, amenazas y traiciones, y arrojando sospechas de posibles vínculos del presidente estadounidense con el Kremlin. Retratándolo, además, como una especie de Calígula caprichoso.
“Me avergüenzo de haber elegido participar en la ocultación de los actos ilícitos del señor Trump en lugar de escuchar la voz de mi conciencia. Me avergüenzo porque sé lo que el señor Trump es. Es un racista. Es un timador. Es un tramposo. Era candidato presidencial cuando supo que Roger Stone [exasesor de Trump] estaba hablando con Julian Assange sobre la publicación por parte de Wikileaks de los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata”, afirmó al inicio.
Cohen, de 52 años, presumió durante años de ser quien limpiaba los trapos sucios de Trump y, tal y como reconoció también este miércoles, lo hacía a golpe de amenazas cuando la situación lo requería. Habría sido, dijo una vez, “capaz de recibir una bala” por proteger al empresario neoyorquino. Pero cuando el FBI le echó el guante en 2018, decidió colaborar y se declaró culpable de evasión fiscal, de mentir al Congreso (en una comparecencia previa) y de un delito de financiación ilegal de campaña electoral por el pago a las supuestas examantes de Trump. El pasado 12 de diciembre fue condenado a tres años de cárcel. Ya entonces implicó al presidente en dicho delito de financiación ilegal y este miércoles no solo repitió dicha acusación, sino que amplió el campo de tiro.
La filtración de correos de Wikileaks se considera una de las grandes patas de la llamada trama rusa, la campaña de propaganda y ciberataque que la justicia estadounidense atribuye a Moscú para favorecer la victoria de Trump en detrimento de Hillary Clinton en las elecciones presidenciales. Cohen fue testigo, dice, de una conversación telefónica entre el empresario y Stone sobre dicho tema. Cohen también expresó sus “sospechas” sobre la posible colaboración del círculo de Trump y el Gobierno ruso en este asunto, al apuntar, aunque sin pruebas, que el magnate probablemente conocía la reunión que su hijo mayor, Donald júnior, mantuvo con una mujer que se presentaba como cercana al Kremlin y que prometía trapos sucios sobre la candidata demócrata. El hijo del presidente ha admitido dicho encuentro, pero asegura que su padre jamás lo supo.
El jurista, que acaba de ser inhabilitado, asegura que su jefe le pidió poco antes de las elecciones de noviembre de 2016 que pagase a Stephanie Clifford —nombre real de la actriz porno Stormy Daniels— y la modelo de Playboy Karen McDougal, quienes aseguran haber mantenido relaciones sexuales con Trump en los años 2006 y 2007, cuando estaba ya casado con la primera dama, Melania. En concreto, Cohen pagó 130.000 dólares a Clifford y 150.000 a McDougal. Como el objetivo era proteger la imagen del entonces candidato, el hecho constituye un delito de financiación ilícita por no estar declarada. “Me pidió que mintiese a su esposa, lo cual hice, y es uno de mis mayores arrepentimientos. Ella es una persona buena y amable. La respeto mucho y no se merecía esto”, dijo. Cohen asegura que Trump le ordenó mentir en este y otros asuntos que se fueron investigando posteriormente.
Su explosiva comparecencia pública en el Comité de Supervisión y Reforma es posible por obra y gracia de la nueva mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, en una muestra de todos los problemas que le puede crear al presidente este nuevo contrapoder en Washington. Cohen insinuó que Trump, que ya es objeto de 17 investigaciones diferentes, está bajo el escrutinio de la Fiscalía de Nueva York por nuevos delitos que no han trascendido aún, relacionados con conversaciones grabadas entre ambos. Los republicanos trataron de desacreditar el testimonio del abogado. Uno de los más combativos fue el congresista de Ohio Jim Jordan, quien detalló los delitos financieros personales de Cohen y le inquirió: "¿Fueron cometidos para proteger al presidente?”, a lo que el abogado tuvo que responder que no.
Para tratar de reforzar su versión, el exempleado del presidente ha presentado algunos documentos, como un cheque de 35.000 dólares firmado por Trump el 1 de agosto de 2017 y que, según Cohen, servía para reembolsarle parte del dinero pagado a Stormy Daniels por su silencio. Era uno, dice, de los 11 cheques pagados a lo largo de todo ese año, con el magnate ya en la Casa Blanca. Otro de los cheques presentados corresponde al hijo, Donald júnior, y la Fundación Trump, por otros 35.000 dólares. El presidente de EE UU ya había admitido en el pasado que el dinero recibido por aquellas mujeres procedía de su bolsillo, en una forma de evitar que la gestión fuera considerada una donación externa de campaña, lo que contradice sus primeras versiones, pero ha negado hasta ahora haber instruido a su abogado para hacerlo.
A lo largo de todo su relato, el abogado ha trazado un retrato narcisista y truculento del mandatario estadounidense. Otro de los documentos que presentó consiste en una carta en la que el abogado amenazaba a la Universidad de Fordham si publicaba el expediente académico de Trump. También se encargó de las informaciones negativas sobre su supuesta dispensa médica para no combatir en Vietnam, justo en la época en la que se mofó del difunto senador John McCain como veterano de guerra. Cuando el abogado le pidió los informes médicos, le dijo que no existían. “Acabó la conversación diciendo: ‘¿Crees que soy estúpido? Yo no iba a ir a Vietnam”, según Cohen.
También ha atribuido al presidente comentarios muy racistas. Citó, por ejemplo, que una vez, pasando en coche por una zona marginada de Chicago, comentó que solo los negros podían vivir de esa manera. Asegura, asimismo, que comentó que los afroamericanos jamás le votarían porque eran demasiado estúpidos.
La declaración se ha recreado en la egolatría de Trump. Cohen ha mencionado que durante una subasta de arte encargó a un hombre de paja que pujase y pujase por un retrato del magnate para asegurarse de que se vendía como la pieza más cara. El individuo pagó 60.000 dólares que la Organización Trump le reembolsó y el cuadro quedó en propiedad de la empresa. También, ha asegurado Cohen, “inflaba sus activos cuando esto servía a sus propósitos, como al intentar entrar en las listas de las mayores fortunas de Forbes, o los reducía para rebajar el pago de impuestos”. Cohen entregó al Congreso tres declaraciones de activos de 2011, 2012 y 2014 que Trump había preparado para Deutsche Bank porque quería un crédito para comprar el equipo de fútbol Buffalo Bills, que finalmente no adquirió.
También ha respaldado una historia muy extendida en Washington: que Trump jamás se imaginó ganar las primarias republicanas o las elecciones presidenciales y que su campaña solo buscaba publicidad para sus negocios. De hecho, asegura que cuando el empresario ya había jurado el cargo como presidente se siguió interesando por un proyecto de rascacielos que la empresa quería construir en Moscú, lo que supondría un grave caso de conflicto de intereses. Cohen había mentido sobre este asunto en el pasado por, asegura, orden de su jefe. La congresista Debbie Wasserman-Schultz, antigua presidenta del Comité Nacional Demócrata, preguntó a Cohen: "¿Es posible que la familia Trump al completo estuviera comprometida con un adversario extranjero [Rusia] en los meses anteriores a las elecciones presidenciales?". Y Cohen respondió: "Sí".
El testimonio de Cohen señala a Trump como responsable de posibles delitos fiscales y otros relacionados con la financiación de su campaña, pero no aporta ninguna prueba del corazón de las pesquisas sobre la trama rusa: si el presidente o su entorno colaboraron de alguna manera con el Kremlin en una injerencia que los servicios de inteligencia estadounidenses dan por segura. El fiscal especial encargado del caso, Robert S. Mueller, está ultimando el informe final después de casi dos años de investigación, motivo por el cual la comparecencia de este miércoles no pudo entrar en muchos detalles.