Un vehículo llega al aeropuerto de Ginebra procedente del hospital universitario de la ciudad suiza. AFP / epv
El presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, de 82 años, regresó este domingo a Argel en avión oficial tras pasar dos semanas ingresado en el Hospital Universitario de Ginebra, donde se sometió a lo que un comunicado oficial calificó de “control médico rutinario”. Al mandatario le aguardaba un país en huelga general y con miles de estudiantes en las calles reclamando que retire su candidatura para las presidenciales del 18 de abril.
En los foros políticos opositores y en las redes sociales muchos argelinos dan por hecho que el régimen retirará la candidatura de Buteflika y se debate cómo ha de ser la nueva Constitución y cómo se ha de pilotar la transición. Así, Soufiane Djilali, coordinador del movimiento Mouwatana (Ciudadanía) apela por una “continuidad de Estado”, mediante el nombramiento de un presidente de la república provisional o un comité también provisional.
Otros usuarios de las redes temen que el régimen intentará hasta el último momento mantener a Buteflika. El periodista Mohamed Sifaoui, por ejemplo, cree que “el clan presidencial” intentará calmar a la calle con una simple reforma de ministerios. Hasta ahora, el régimen ha evitado el uso masivo de la fuerza. Pero mantiene la candidatura de un hombre que no habla en público desde hace siete años y apenas recibe a ningún mandatario extranjero.
El viernes 8 de marzo se registraron en Argelia, por tercer viernes consecutivo, las mayores protestas contra Buteflika, con cientos de miles de personas, tal vez millones, en las calles de las principales ciudades. La opinión más extendida es que se tratan de las mayores movilizaciones desde la independencia del país, en 1962.
La única respuesta indirecta que ofreció el régimen ante esa demostración de fuerza pacífica llegó por mediación del ministro de educación, Tahar Hadjar, y solo ha servido para incrementar la rabia entre los jóvenes manifestantes. Hadjar decretó vacaciones forzosas en todas las universidades a partir del domingo, día laborable en Argel. De la noche a la mañana, el ministro adelantaba en diez días las vacaciones de primavera, que iban a ser de dos semanas y las prolongaba casi otras dos semanas más. Muchos universitarios interpretaron que el ministro solo pretende desactivar a los estudiantes, parte esencial de las protestas. Así que el domingo, miles de alumnos se manifestaron en varias ciudades y anunciaron nuevas marchas para el martes.
Tras las vacaciones forzosas decretadas por el ministro en las redes sociales tomó cuerpo la convocatoria anónima de una huelga general contra la candidatura de Buteflika. No obstante, aquí las opiniones sobre la conveniencia de adoptar esa medida no eran unánimes. Gente como el carismático abogado Mustapha Bouchachi, antiguo presidente de la Liga Argelina de Defensa de Derechos del Hombre y uno de los más célebres opositores al quinto mandato, declaró que la huelga puede dividir a quienes se manifiestan contra Buteflika y no sirve para nada.
Finalmente, el seguimiento de los paros no fue arrollador, al contrario de lo que sucedió con las manifestaciones de los tres últimos viernes, cuyo éxito fue indiscutible. En Argel, según informó la agencia France Presse, no operaban los transportes públicos, ningún tren, ni metro, ni tranvías ni buses. Igualmente, buena parte de los negocios del centro de la capital permanecieron cerrados. En otras ciudades como Orán, Constantina y Anaba, el seguimiento fue desigual y muchos locales permanecieron abiertos.
Con huelga o sin huelga, el panorama en Argelia ha cambiado mucho desde que Buteflika partió hacia Ginebra el 24 de febrero. Dos días antes, decenas de miles de personas ya habían roto el muro del miedo pidiendo en las calles la retirada de su candidatura. Pero desde entonces, la contestación no ha hecho más que aumentar. Y eso, a pesar de las llamadas al orden del propio Buteflika (se han leído dos cartas en su nombre durante su ausencia) y del jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah.
El régimen ha mostrado en la última semana sus primeras señales de fisuras. Asociaciones de un gran poder simbólico, como la Organización Nacional de Mujaidines (ONM), antiguos combatientes de la guerra de la independencia, han alabado en la última semana el comportamiento civilizado de los manifestantes.
Incluso Gaid Salah ha cambiado el tono de su discurso durante las dos semanas que Buteflika estuvo en Ginebra. Ha pasado de alertar contra quienes quieren llevar al país a los años del dolor a declarar este domingo en un discurso que “la Armada y el pueblo tienen la misma visión respecto al futuro”. ¿Significa eso que el general, el gran sostén de Buteflika, asume ya que Buteflika no podrá seguir como presidente? Es muy pronto para saberlo. Lo que sí es seguro es que por primera vez desde que empezaron las movilizaciones, Gaid Salah no mencionó este domingo que el Ejército sería el garante de las presidenciales del 18 de abril. Los manifestantes que salieron a las calles no creen en esas elecciones porque están seguros de que, como en las cuatro ocasiones precedentes, las ganaría Buteflika con el acostumbrado 85% de los votos.