Un minuto antes de que comenzara todo, Carlota Castrejana pasa sonriente por el pasillo, a dos metros del sudor, la tensión y los sueños de gloria. Y la ansiedad de Ana Peleteiro, que pasea entre gigantes y baja la cabeza para aislarse en su mundo, y huir del nerviosismo. “Hoy cae”, avisa, y no pierde la sonrisa Castrejana, ahora secretaria general de la federación española. “Hoy Ana gana y bate mi récord. Y no me importará en absoluto, claro”. Su récord, los 14,64m, plusmarca española de triple salto desde el 4 de marzo de 2007, le valieron a la riojana el oro en los Europeos de Birmingham. Fue profeta feliz Castrejana. En su cuarto intento, la prodigiosa Ana Peleteiro saltó 14,73m. Corrió veloz, ale, hop, boom. Su zancada se alargó lo justo en cada impulso para no perder velocidad ni potencia. Y voló largo, largo. Cayó casi acariciada por la arena. Su huella, más lejana que nunca de la tabla de batida que había pisado fuerte. Logró un gran récord de España que, a los 23 años, le supone a la gallega su primer gran título absoluto: campeona de Europa
No será fácil, no será fácil, anuncia la gente que entiende. El triple femenino está muy fuerte este año. Hay muchas saltadoras muy buenas. Están la veterana ucraniana Olha Saladukha, que salta más de 15 metros y ha sido campeona de Europa y campeona del mundo, y ha vuelto a su nivel a los 33 años; y está la griega Paraskeví Papapahrístou, que es caótica pero a veces engancha un salto gigantesco, y están las portuguesas… Y está Iván Pedroso, sentado en un banquillo junto a la pista, que no pierde de vista nunca la mirada de su entrenada, Peleteiro, y habla con ella y la serena después de los dos primeros saltos, dos nulos que, en vez de hundirla cargan de energía, de rabia y adrenalina a la saltadora que fue niña prodigio y campeona del mundo juvenil hace ya nueve años. El primer nulo había sido producto de un error técnico que Pedroso le corrige con sus gestos habituales, los dedos de la mano derecha imitando a sus piernas y sus caderas cabalgando sobre la palma de la izquierda, y Peleteiro le imita en el segundo, largo, larguísimo, pero nulo por un mínimo mordisco en la plastilina.
El concurso ya estaba exigente entonces. En su primer intento, Papahrístou había saltado 14,50m, la mejor marca de su vida, y Saladukha estaba en 14,47m, y las portuguesas, Mamona y Costa, amenazaban con 14,43m. Y los agoreros empezaron a mirar para abajo. Será imposible, se oye en las gradas. La mejor marca personal de Peleteiro antes de Glasgow era de 14,51m. Para ganar necesitaba saltar más que nunca.
“Para ganar solo necesitas saltar lo que vales, que es mucho”, repetía Pedroso, el entrenador cubano que comenzó a trabajar con Peleteiro hace dos años en su campamento de Guadalajara y la ayudó a salir, junto a su relación con el campeón olímpico portugués Nelson Evora y la competencia que le exige entrenarse con la campeona del mundo, Yulimar Rojas, del túnel que había supuesto para la gallega su paso de la adolescencia a la madurez. “Vales más de 14,70m, Ana. Y eso saltarás para ganar”.
Podría haber ganado el oro Peleteiro con su tercer salto, 14,56m, un brinco y una explosión que celebra con un grito y un gesto de liberación. Pero estaba enchufada, necesitaba más, su cuerpo exigía otra descarga de energía creadora, violenta. En su cuarto salto, todo se conjuntó, su velocidad, la fuerza adquirida con los años, la técnica cada vez más depurada. Todo se unió para cerrar la parábola de la joven prodigiosa que salió de Galicia para descubrir el mundo y descubrirse, y se encontró a sí misma y a su genio en Guadalajara junto a un cubano y un portugués. Y Castrejana, la reina destronada, rompió a reír de alegría.
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